5 de marzo de 2010

Ambivalencia de los días grises

Cuando el golpeteo de la lluvia contra las teclas del piano de la vida te despiertan al amanecer, es imposible descifrar los misterios que te depara el día naciente. La mezcla indefinida de mis sentimientos va tomando forma cuando el frío agua del grifo me remite definitivamente a la realidad, arrancándome del cálido regazo de morfeo. La tonalidad gris de la mañana se oscurece con las noticias del desayuno. En realidad, no alcanzo a comprender el porqué de informarnos de las penas del planeta, morbosidad o curiosidad? Eso será tema de otra entrada.
Me pongo los cascos, enciendo la música y mis pilas se recargan con el vaho de la ducha. Al salir la lluvia te acaricia las mejillas, aunque el viento, viril y violento, se empeñe en hacer de las caricias un golpeteo incómodo.

Esa es la misión del destino, convertir las caricias de la vida en heridas abiertas que con el tiempo se convierten en un lejano golpeteo, un eco lejano; que regresa algunas noches, traido por el golpeteo de la vida a la puerta de la memoria.
Al menos así me sentí cuando conocí la muerte de la madre de uno de mis mejores amigos,. En aquel instánte, la muerte de los padres y madres de otros amigos ya no parecían tan lejanas, el gris tornó negro y la lluvia redobló sus esfuerzos por atravesar el tejado e inundarme el corazón.
Toda la mañana fue un inútil intento de impermeabilizar la esponja de mis sentimientos. Inútil como intentar tapar el sol con un dedo. Inútil como tratar de comprender lo que se sufre. Inútil como tratar de no comprenderlo. Inútil como la muerte. Inútil.
Lo cierto es que no me arrepiento de estar en el funeral, pero la lluvia incansable consiguió encontrar las pequeñas goteras de la conciencia al ver descompuestas a las personas que apreció y quiero.
El resto de la tarde consiguió hacer que las nubes se retirasen por unos minutos. Pero el gris y la lluvia permanecieron. 

Mañana miraré la vida a través del espejo empañado de la ducha y no le pediré permiso para pintarla de colores. 
La lluvia y el gris, solo marcan nuestra vida cuando permitimos que nos calen nuestros corazoncitos. Solo nosotros podemos coger la paleta y el pincel para recolocar el azul en el cielo. Aunque la ayuda de las pequeñas brochas de nuestra gente, ayudan a que ese lienzo que llamamos vida, permanezca en su sitio.
Ánimo Pablo.
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