26 de abril de 2009

El desembarco.


Poco después de dejar tierra, los comandos, aburridos, comenzaron a jugar a los dados para pasar el rato. Afuera, en la soledad de la noche en el mar, Will fumaba un pitillo y tuvo un sentimiento extraño, quizá un presentimiento. Will no era un tipo fácil de asustar, recordó las terribles escenas de las trincheras, el gas. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Tiró el cigarro. Presentimientos a mí. Un soplido despectivo y burlón. Vació su mente y volvió a concentrarse en la navegación.
Varias horas, y cigarrillos, después, alcanzó a ver una luz en el horizonte. Estaban llegando. Se aproximó hacia aquella luz, con la cautela de apagar las del barco y detuvo los motores.
Alguien bajaba las escaleras y sus cuerpos se tensaron. Sus dedos buscaron instintivamente el frío metal de las armas. El doble fondo se abrió despacio, chirriando al deslizarse sobre el suelo. La cara amable de Will apareció al otro lado. -¡Vamos! - Dijo con su voz autoritaria y curtida.- Ya estamos en la posición y queda poco para que sea la hora de introducción.
En efecto, el reloj de Johan marcaba las tres menos cuarto de la madrugada. Era la hora de ponerse en marcha. Al salir a la cubierta el frío intenso de la noche noruega, ayudado de la brisa salada del atlántico, les golpeo con contundencia en el rostro. Espabilados por las bajas temperaturas y los sucesivos cafés tomados en la bodega, desenvolvieron la balsa hinchable y dispusieron su partida.
-Chicos - les llamó Will- la mar esta brava y el tiempo es muy cambiante.-comentó, como si acabase de escucharlo por la radio.- Quizá necesitéis ayuda para llegar. ¡¡Ayuda!!, pero que se creía aquella reliquia que eran. ¡¡Por Dios Santo!! ¡¡Somos comandos!! El inmaduro genio impetuoso de Jason le llevó a contestar presurosamente que se las apañarían, rechazando de manera cortante y desdeñosa la oferta de Will. La situación era incómoda y Johan no quiso alargarla más. -Al bote. Los dos subieron obedientes mientras él se despedía de Will con un hasta luego, que sonó como la despedida de un final de verano. Definitiva.
Will tenía razón. Nada más dejar el pequeño barco notaron como la corriente era mas fuerte de lo que pensaban. La llegada al faro se hizo un poco mas complicada de lo previsto. Aún así, no tardaron mucho en recorrer la escasa milla que había hasta el faro, que les llamaban intermitentemente, en medio de la oscuridad de la noche sin luna.
La corriente les jugó una mala pasada y acabaron demasiado cerca del faro, aunque a la hora prevista. Apenas habían pasado unos minutos de las tres. La violencia del golpe contra la roca casi los tira al mar. Sin saber con seguridad dónde se encontraba la orilla, dejaron la balsa. La dura piedra, tallada por las olas del mar, los recibió y una fina lluvia les refrescó el espíritu, como saludándolos. La misión acababa de dar comienzo.

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